Parafraseando al ex - Presidente norteamericano
Bill Clinton en la campaña electoral, tras la que derrotó a Bush (padre), no digamos,
como él, “Es la Economía ,
imbecil”, frase contundente que le llevó a obtener el apoyo de los
norteamericanos en 1992. Digamos más apropiadamente en nuestro caso: “Es la Educación , Imbéciles”, así en plural, porque es
plural la culpa del alarmante déficit educativo que sufre la sociedad española
desde el advenimiento de la democracia.
Por conocidos, evitaré al lector los datos
estadísticos internacionales sobre los resultados de los diferentes sistemas
educativos “sufridos” por nuestros niños y jóvenes en estos treinta años, solo
recordar que nos sitúan, año tras año, en los últimos lugares de las naciones
desarrolladas.
Muchos pensarán que una democracia
treintañera es una democracia consolidada, que ya ha superado viejos fantasmas
del pasado, que camina con paso firme hacia objetivos más ambiciosos de
bienestar social, de igualdades y derechos individuales. Pero eso, que debería
ser así, y cuyos inicios hacían concebir serias esperanzas de que así fuera, en
un indeterminado momento, ha dado un brusco viraje, un retroceso a tiempos y
situaciones que creíamos en vías de superación.
Cuando, tras alguno de esos informes, leo y oigo en los medios de comunicación
social, voces que claman por un “Pacto para la Educación ”, se que nunca se producirá, para
desgracia del país y sus ciudadanos. La razón de este pesimismo está en la
misma base de nuestro sistema político. Quien piense que una democracia
consiste en depositar una papeleta cada cuatro años en una urna, es que no ha
pasado de los inicios del conocimiento político, no sabe de qué va esto en países
con más experiencia democrática.
Esto, con un cierto aire a sistema
democrático, es sencillamente una partitocracia.
Es decir el gobierno de los partidos políticos, esos profesionales de
la política, cuyo objetivo, a veces indisimuladamente único, es perpetuarse en
el poder y eso solo se consigue teniendo una ciudadanía poco crítica,
conformista, sin criterio propio, en una palabra, un país de analfabetos.
Complemento ideal de
lo anterior, es hacer caso omiso de esas pocas voces críticas que aparecen en
los medios, eso que en otro momento histórico se definió como cuarto poder y
que ya es solo una especie de conciencia de la sociedad, sin ningún resultado
practico.
Un paso mas, hace
tiempo iniciado por algunos partidos, es el adoctrinamiento. Generaciones
enteras de jóvenes salen de ikastolas, inmersiones político/lingüistas,
“formación del espíritu nacional”, ¿o debo decir Educación para la Ciudadanía ?, y otros “programas” similares,
absolutamente convencidos de que aquello que han adquirido en su periodo
formativo es la esencia de sus vidas, por lo que lucharán y defenderán, no solo
de una forma civilizada y democrática, sino, si fuera necesario, y en algunos
casos, hasta llegar al uso de la violencia. Se trata de imponer su dogma sin
respetar la libertad ajena.
La única posibilidad
de combatir, esta vez de forma civilizada, este proceso, estaba en la familia, unos padres vigilantes y
preocupados por la educación de sus hijos que no se dejan sustituir en su
responsabilidades. Pero, quien diseña el proceso, también sabe donde está su
enemigo, quien puede echar por tierra una planificación tan sutil, y completa
su esquema desmembrando a la familia, sustituyéndola por otras formas de
convivencia en grupo, menos “molestas”, más afines.
Lamento decir lo que
sigue, entre otras razones por tener hijos pertenecientes a esa generación,
pero estoy convencido de que se ha perdido ya demasiado tiempo. Leo a
responsables de centros de enseñanza quejarse amargamente de esos padres
actuales, esa generación que ronda los cuarenta, cuyo déficit formativo es tan
palpable, tan amplio, que solo salvo a las contadas excepciones que no hacen
sino confirmar la regla.
Termino tomando
algunas palabras prestadas que vienen a corroborar lo antedicho: “El déficit
formativo de un alto porcentaje de progenitores es una realidad, en esta ciudad
se nota mucho. Lo que necesita Cádiz es muchísima más educación, muchísima más
formación” (Diego Jiménez – Director de Instituto Columela. Diario de Cádiz
14.06.09)
“Los sistemas
educativos del País Vasco y Cataluña fomentan el desprecio, cuando no odio, a
los símbolos españoles” (Editorial del Diario de Cádiz. 15.05.09)
“A mi lo que me parece
urgentísimo y prioritario es un Pacto de Estado por la educación; ahí está el
arranque del cambio de modelo” (Francisco Martínez-Cosentino. Empresario.
Diario de Cádiz 14.06.09)
Y, además, esto se
traduce también en los índices de desempleo de nuestra provincia: “Los jóvenes
que no tienen Secundaria registran 17 puntos más de desempleo” (Diario de Cádiz. 15.06.09)
Somos conscientes del
problema, pero no vemos la voluntad política de atajarlo, nadie con poder para
hacerlo. No interesa.
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