Ser padres no debe ser nunca una actitud irresponsable. Es más bien una grave responsabilidad que asumimos por el hecho de traer un nuevo ser a este mundo. Un ser que en buena parte será, en su edad adulta, la componente de muchos factores, uno de los cuales, sin duda y en mayor medida, le corresponde a la educación que los padres hayamos querido y logrado inculcarles.
En
estos días, una niña de apenas doce años ha fallecido como consecuencia de una
exagerada ingesta de alcohol en uno de esos botellones exentos de vigilancia
paterna o policial, esa especie de territorio salvaje que para comodidad de
autoridades municipales e inhibición de los padres existen en buen número de
ciudades y pueblos españoles. Era la tercera vez que la niña se excedía y nadie
puso remedio.
Ejercer
la autoridad paterna o cívica es incómodo, exige dedicación, preocupación,
tomar decisiones incómodas que van a ser contestadas de inmediato por los
destinatarios. Es más cómodo dejarles hacer, aunque pueda, como en este caso,
llevarlos a la muerte.
Ser
padres es otra cosa, es no acostarse hasta que llega sano y salvo el último de
tus hijos, es molestarte en llevarlos y traerlos a fiestas o reuniones
nocturnas, aunque tengas que madrugar para trabajar al día siguiente.
Luego,
naturalmente hay factores como las amistades o la personalidad de cada uno, que
con la educación que padres y profesores hayamos inculcado terminarán de
configurar su personalidad.
No es
fácil ni cómodo muchas veces, pero el sacrifico y el trabajo responsable da frutos,
nos da una recompensa impagable: ver a nuestros hijos, ya adultos, devolvernos
con creces de amor y respeto todos esos sacrificios.
Puede
haber factores que hagan inútiles esos sacrificios paternos, como suelen ser en
la mayoría de los casos las “malas compañías”, pero aun en esos casos nuestros
hijos, que han recibido una buena educación, deberían saber defenderse ellos
mismos de esas compañías perniciosas y si no, ahí deberíamos estar de nuevo los
padres haciéndoselo ver. Ser padre no es fácil, pero merece la pena ser buenos
padres.