Acaban de celebrarse las elecciones municipales y autonómicas en España, segundas, tras las andaluzas, de este maratón electoral al que le faltan las dos últimas etapas, las catalanas de septiembre, si finalmente Mas decide hacerlo, y las generales, número final y más importante.
Si los resultados de las andaluzas han sido tan complicados
que aun no se ha conseguido formar gobierno, no digo nada de lo ocurrido el
domingo 24 de mayo con las municipales y autonómicas. Hasta siete partidos
distintos han conseguido escaño o concejalía en algunas comunidades y municipios. Consecuencia:
ingobernabilidad.
No discutiremos aquí el derecho de todos los españoles a
presentarse a unas elecciones, ni del resto de los ciudadanos a elegirlos, sea
cual sea la ideología o programa que presenten, salvo quienes propugnen la
violencia, cosa que ninguna hace…a priori.
Porque esa es otra. De lo que se dice en campaña electoral a
lo que luego hagan o intenten hacer, a veces va un gran trecho. Prometen el oro
y el moro, mejoras sociales, bajar impuestos y todo lo que suene bien en los
oídos de los electores, pero la realidad es muy distinta y sobre todo aun está
por aparecer el partido que logro la cuadratura del círculo, bajar impuestos y mejorar
las prestaciones sociales, sin prever cómo se financian.
Ahora pasamos a las negociaciones, el intercambio de cromos
(sillones), el chalaneo y las amenazas y descalificaciones, fruto de un sistema
electoral caduco e injusto, pero que los dos grandes partidos se negaban a
mejorar, veremos si ahora se ven obligados a hacerlo: listas abiertas, elecciones
primarias en los partidos, limitación de mandatos, segunda vuelta, lista más
votada…
El PSOE huele la sangre, se ha acercado al PP en votantes
totales, está ya solo a medio millón de votos y, aun perdiendo casi un millón
de electores, el PP ha perdido dos y medio y la distancia se ha reducido. El
PSOE, y por ende, Pedro Sánchez, se ven ya en La Moncloa, así que al enemigo,
al único partido que todavía puede cerrarles el paso, ni agua. Pactar con
todos, incluidos los antisistema de Podemos, todos menos el PP.
Minusvaloran a Pablo Iglesias y su gente, que también huelen
la sangre y sueñan con las generales. No importa que quienes han dicho por
activa y por pasiva que vienen, no a reformar, sino a destruir lo hecho en el
78, se hayan echado por encima a modo de capa que todo lo tapa, una pátina de
socialdemocracia noruega, el lobo sigue ahí.
En Alemania, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Ángela
Merkel y la Socialdemocracia (SPD) de Sigmar Gabriel, gobiernan juntos formando
la “Gran Coalición”, dándole una estabilidad al sistema muy lejos de aventuras
rupturistas o experimentos populistas.
En España, por el contario, el enemigo a batir, las siglas a
desalojar, aquellos con los que no se puede ni hablar, a pesar de haber tenido
6 millones de votos, y ser el partido más votado, son los populares del PP.
Me decepciona el Partido Socialista. Pueden hacer lo que
quieran, faltaría más, dentro de lo establecido por las normas en vigor, pero
pienso que se equivocan gravemente. Anteponen sus ganas de llegar a La Moncloa
a un “sentido de estado” que les preservaría del efecto succionador de Podemos.
Ahora si que pueden dar por muerto el bipartidismo y, si se descuidan, hasta
sus propias siglas. Ojalá me equivoque, pero hay amores que matan. Al tiempo.
Prepotencia, corrupción, falta de empatía, aumento de la
exclusión social, mala comunicación, están en el debe del PP, compartida la
corrupción con otros partidos, incluido Podemos. En el haber tiene evitar el
rescate y una mejora sustancial de la macro economía, que aun no llaga a las clases
medias, auténticos paganos de la crisis.
El balance ha propiciado que esa clase media le haya vuelto la
espalda en las urnas. Todo eso es objetivamente cierto, pero a los partidos
mayoritarios, con experiencia de gobierno, se les suponen unos criterios de
actuación más allá de la inmediatez de un sillón municipal o autonómico, una
madurez democrática que no parecen tener. Así debería ser, así nos gustaría a
muchos millones de españoles que fuera.