No existe en la naturaleza conocida
(apenas una mínima parte del inmenso Universo) un ser, o máquina creada por el
hombre, más complejo y perfecto que el ser humano.
La anatomía humana, que tan bien
conocen quienes han hecho de su estudio y “reparación” tan digna profesión, han
tenido que repartírsela para mejor conocimiento, dada la complejidad de su
estructura y funcionamiento.
Solo hablando de los sentidos, olfato,
oído, vista, tacto y gusto, cualquiera de ellos es una máquina perfecta que el
hombre no ha sido capaz de construir ni remotamente. A veces esa máquina
perfecta tiene fallos irreparables y desde luego fecha de caducidad que la
moderna medicina, la alimentación, y el ejercicio físico logran retrasar.
Pero si compleja y semidesconocida es
la parte física del cuerpo, la parte espiritual (para los creyentes de las
religiones monoteístas, es decir la mayoría) o intelectual (para los
agnósticos) lo es en grado sumo. Los comportamientos de los seres humanos van
desde lo más abyecto y rechazable, promovido muchas veces por el odio, otras
por trastornos psíquicos o fanatismos rechazables, a los más sublimes, siempre
promovidos por el Amor.
En un extremo los asesinos (de alma o
cuerpo) y en el otro los santos (creyentes o no), personas dedicadas, en cuerpo
y alma, a hacer el bien a sus semejantes, personas que abandonan todo lo que
tienen y se desplazan a países remotos a los que no ha llegado el desarrollo, o
permanecen en sus países ocupándose de quienes, por enfermedad, situación
social o cualquier otra circunstancia negativa requieren de ayuda.
Y en medio, sin llegar a uno u otro
extremo, estamos la inmensa mayoría de la humanidad, mediocres en muchos casos,
incapaces de pensar en los demás antes que en uno mismo, con nuestros pequeños
odios y rencores, sin saber perdonar a quienes nos ofenden y que son causa de
tantos males.
Difícil, si no imposible, penetrar en
el pensamiento de otro ser humano, qué le impulsa a hacer el bien o el mal.
Psicólogos y psiquiatras, con su formación y experiencia lo intentan, cuando la
ocasión se les presenta, pero no suelen ser los criminales quienes acuden a sus
consultas.