El asesinato
del periodista norteamericano James Foley por terroristas yihadistas, grabado y
difundido en un vídeo, muestra la verdadera cara de estos asesinos, que no
alcanzan la categoría de seres humanos. Ha tenido que ocurrir este desgraciado
hecho para que algunos dirigentes políticos mundiales, hasta ahora indolentes
ante tanta barbarie, se movilicen para tratar de erradicar al Ejército
Islámico.
Casi dos años secuestrado por sus asesinos,
un intento fallido de rescate por una unidad de élite del ejército
estadounidense, que se ha sabido ahora, y el olvido. Hasta que el macabro vídeo
recorre las redes sociales y las televisiones de todo el mundo.
Desgraciadamente no se trata de un hecho
aislado. Estos criminales, con nombres distintos, Al Qaeda, Boko Haram,
Ejército Islámico, Brigadas Islamistas Internacionales, o el que les convenga
en cada caso, nos sorprenden prácticamente cada día con actos de extrema
crueldad, como el rapto y violación de cientos de niñas, o el asesinato con
decapitación o crucifixión de cientos de personas cuyo único crimen es tener
otras creencias religiosas, sean kurdos,
cristianos, yasidíes o cualquier otra que no sea aceptable para ellos.
Occidente, nuestra civilización judeo –
cristiana, que de tanto mirarse el ombligo está abocada a desaparecer, hace
gala con frecuencia de un papanatismo desesperante. Creyó a pies juntillas en
las “primaveras árabes” y ya estamos viendo en qué han quedado aquellas
“esperanzadoras” revueltas estudiantiles convocadas por las redes sociales, que
iba a traer la democracia, nuestra deficiente democracia, a esos pobres pueblos
sometidos a las dictaduras de Gadaffi, Sadam Husein, Ben Ali, o Mubarak.
A pesar de la experiencia, a punto se ha estado
de eliminar a Bashar al-Asad, el dictador sirio, que sigue combatiendo
contra milicias de Al Qaeda. La guerra contra el yihadismo en el Sahel está
siendo librada con escasa ayuda occidental, solo norteamericanos, como siempre,
franceses y una pequeña aportación española para frenar los intentos de los
terroristas de llegar a Marruecos y Argelia.
Mohamed VI y Bouteflika son, hoy por hoy,
los mejores defensores del flanco sur europeo, y es de esperar que a ningún preclaro
político occidental se le ocurra moverles la silla. Más bien al contrario,
necesitan de la ayuda, militar y humanitaria, de los países que nos jugamos el futuro, aunque sea por nuestro puro egoísmo. Ayuda militar y ayuda humanitaria,
porque estas guerras tan crueles causan muerte y miseria a muchos seres
inocentes, muchos millones de refugiados en Siria, Mali, Irak, Palestina que necesitan,
por una parte, que Occidente se vuelque con ellos facilitándoles todo lo que
necesitan, mientras, al mismo tiempo, se
refuerzan las bases Aeronavales norteamericanas de Kenitra (Marruecos) o la
nuestra de Rota.
El papanatismo también tiene sus distintos
grados y hay partidos políticos, movimientos y hasta personajes públicos que
siguen ciegos ante la evidencia y aun toman partido hacia grupos terroristas
como Hamas, confundiendo al pueblo palestino, que sufre y muere, con quienes
les utilizan como escudos humanos. Todo el apoyo y ayuda a la causa de la paz
entre los pueblos, toda la ayuda a los millones de víctimas de la sin razón y
el fanatismo, pero al mismo tiempo todo el rigor en los juicios, toda la dureza
de medios hasta donde sea necesario para erradicar la barbarie.
La violencia de los terroristas del
“Estado Islámico” no conoce límites y llama la atención un hecho
importantísimo, diría que transcendental para el futuro de Europa: la
incorporación a las filas terroristas de esos nuevos ciudadanos occidentales,
segundas y terceras generaciones de emigrantes, nacidos ya en países europeos, ellos
y sus padres.
Cada vez con más frecuencia, las policías
occidentales, detienen a yihadistas, captados a través de redes sociales y mezquitas,
de regreso de sus experiencias en guerras civiles en Siria, Irak o Egipto, o
actividad terrorista en el Sahel. Terroristas, insisto, nacidos en Europa pero
absolutamente fanatizados, como parece ser el caso del tal John, el Beatle,
autor material de la decapitación del periodista Foley.
Por obvio, no insistiré en el hecho cierto
de que la inmensa mayoría de musulmanes son personas honradas y pacificas,
aunque no comprendamos o compartamos algunos de sus comportamientos, en
especial lo referido a la situación de la mujer, y que son estas minorías
violentas las que interpretan sus preceptos religiosos de forma fanatizada. Minorías que ya componen
un grupo de más de 80.000 asesinos, de los que unos miles son europeos, pocos
aun, pero creciendo.
La paradoja es que, mientras en Barcelona se va a construir la
mayor mezquita de Europa, donde ya hay muchas, grandes y pequeñas, públicas y
clandestinas, en los países musulmanes no solo no se puede construir una
iglesia de cualquier otra religión, sino que los fieles de otras creencias
religiosas son masacrados. Y seguimos, salvo excepciones muy pequeñas, sin
tomar nota de lo que está pasando. Proponiendo alianzas de civilizaciones que
el Corán prohíbe expresamente.
Muhamar el Gadfi, en una visita a Italia
poco antes de su muerte, lo dijo muy claro: la invasión islamista de Europa,
esta vez, está siendo pacífica, demográfica. Mientras los europeos apenas
tienen hijos, nuestras familias son muy numerosas. Así está siendo. Ya no es el
atentado terrorista como el 11M en Madrid o el 7J en Londres en 2005, ahora se
trata de aportar terroristas europeos a las guerras del Estado Islámico. Ya
llegará la hora de combatir también en Europa.
Si los partidos políticos occidentales, de
cualquier ideología, no son conscientes de donde está el verdadero enemigo
común, y ponen los medios para combatirlo, la supervivencia de nuestra cultura
occidental tiene los días contados. Nosotros, nuestra generación, no lo verá,
pero las próximas desde luego si, salvo que hagan algo por evitarlo, pero
pronto.