Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 24 de Octubre de 2015
Seguro que a muchos
de Vds. les ha pasado alguna vez. Es, desgraciadamente más frecuente de lo
deseable. Verán.
Uno tiene un “amigo”
(luego se explica lo del entrecomillado), que por una serie de circunstancias
adversas, por una desgracia familiar, un día viene en busca de ayuda. La
situación la pinta trágica, desesperada, prácticamente sin salida si no
intervienes tú echando una mano o las dos.
Tú, que te crees todo
y aun te consideras amigo, te vuelcas, te comprometes hasta las cejas. No
importa lo que haya que hacer, se trata de ayudar a un amigo en serios apuros.
En esas
circunstancias de emergencia no se te ocurre pedir por escrito lo que te piden,
menudo amigo que no se fía de su “amigo” de siempre de toda la vida, que además
le ha demostrado a lo largo de muchos años que lo es. Que le conoces y sabes
que es una persona de principios, de convicciones morales,… pedir algo por
escrito parece una mezquindad. Ni se te ocurre. Podría hasta ofenderse y con
razón. Te basta su palabra, la de siempre, por la que se han desarrollado
vuestras relaciones durante tantos años, sin el más mínimo atisbo de duda.
Resulta que pasa el
tiempo, que la situación no era tan dramática, que la desgracia familiar
existía e incluso aun persiste, pero ya está asumida, ya es rutina, ya no tiene
tanta importancia, al fin y al cabo ¿quién no tiene un garbanzo negro en la
familia?,…pelillos a la mar.
Pasa un tiempo, años
incluso, y aquel “amigo” que en serios y graves apuros te pidió una ayuda, un
serio compromiso y al que no le negaste nada, se ha olvidado de todo, como si
jamás hubiera pasado. No es que no te lo agradezca, al fin y al cabo tú no
buscabas agradecimientos, buscabas ayudar a tu “amigo” sin esperar nada a
cambio.
Bueno, en la mayoría
de los caso la cosa queda ahí, en la falta de memoria, en si te he visto no me
acuerdo, en negar la evidencia…ya no está en aquella dramática situación.
Pero hay casos,
afortunadamente los menos, en que además, el “amigo” aquel de lagrimas de
cocodrilo, se vuelve contra quien le ayudó, se vuelve con saña, como haciéndole
culpable de aquella desgracia, real o imaginaria. ¿Qué no se lo creen? Yo
tampoco me lo creía.