Parece increíble, pero la sensibilidad
humana por los problemas que consideramos ajenos, lejanos a nuestros intereses
inmediatos, dura lo justo hasta que una nueva noticia tapa a la anterior.
El
hambre en el mundo, la muerte en la calle de un indigente, la decapitación de
un periodista o un cooperante americano, el rapto de cientos de niñas, las
muertes de adolescentes por sobredosis, las jóvenes explotadas sexualmente y
tantas desgracias como a diario entran por nuestras retinas a través de los
medios de comunicación, apenas permanecen en nuestro cerebro el tiempo que las
imágenes, esas molestas imágenes, ocupan la pantalla.
No
todo el mundo es así, afortunadamente, pero no es precisamente la mayoría la
que toma acción para remediar o paliar tanto sufrimiento. Hay una minoría, a
todas luces insuficiente, que sufre con las desgracias ajenas y pone lo que
tiene de su parte por remediarlo, con su dinero, su trabajo o simplemente,
aunque muy importante, con su tiempo.
La
Iglesia Católica, a través de Caritas y otros organismos, Organizaciones No
Gubernamentales, y algunas Instituciones públicas y privadas, hacen un esfuerzo
digno de encomio, pero faltan recursos humanos y económicos para conseguir
éxitos significativos. Los males enumerados al inicio de este artículo y otros
similares y tan graves, siguen existiendo. Solo se consiguen paliar, en parte y
en casos puntuales, algunas situaciones límite.
La
excusa que ponemos habitualmente es que hay demasiada desgracia, demasiados males y que nuestras
posibilidades de ayuda son muy limitadas, apenas una gota en un océano, pero no
es más que una mala disculpa de quien solo piensa en sí mismo o como mucho en
los suyos. Esa es la sociedad que hemos construido.
Los
países, sus gobiernos, son fiel reflejo de las sociedades de las que se nutren.
No debe extrañarnos que sus comportamientos, en estas y otras cuestiones, sean
similares. En esencia lo que criticamos es la falta acciones conjuntas de lucha
decidida y eficaz para acabar con esos graves problemas de la humanidad.
Se
dice, por quien tiene datos fehacientes, que el hambre en el mundo, que tantas
muertes ocasiona, fundamentalmente entre los niños, podría remediarse contando
solo con los excedentes alimenticios que sistemáticamente se destruyen para
mantener los precios del mercado.
No
digo que sea fácil, pero una acción coordinada y decidida de los cuerpos de
seguridad de los países afectados en mayor medida por el narcotráfico, en la
lucha contra esta lacra, conseguiría, al menos, una disminución de sus
mortales efectos. Lo mismo sirve para la
lucha contra el tráfico de seres humanos, o la prostitución organizada, pero
aquí también hay intereses de países, por extraño que parezca, o incluso temor a las poderosas mafias que
financian el terrorismo internacional, que impiden esa acción conjunta y
decidida, poniendo más medios técnicos y humanos, es decir, más dinero.
USA,
Reino Unido y Francia se unen para luchar contra el Estado Islámico cuando los
terroristas decapitan a periodistas y cooperantes de sus países y difunden en vídeo estos crímenes, pero no logran crear una coalición internacional, siquiera de
los países objetivo de los terroristas, por temor a la reacción de sus
sociedades, como ocurrió en España tras la invasión de Irak, criticable si se
quiere, pero para nada causante del terrible atentado del 11M, como muchos, por
intereses políticos, han querido hacer ver.
Estamos
hablando de problemas que afectan a la humanidad en su conjunto, más acentuados
en unos países que en otros según el caso (hambre en África, narcotráfico y
prostitución en Occidente, terrorismo yihadista en países islámicos y
Occidente) y para cuya erradicación serían necesarias auténticas cruzadas
empleando la tecnología y los medios de los que se disponen en el siglo XXI,
todos los disponibles, lo que parece hoy por hoy imposible. Los intereses o el
miedo coartan la acción de los gobiernos, que si fueran capaces de superarlo,
si fueran capaces de actuar decidida y coordinadamente buscando la solución de
estos graves problemas, sin duda lo lograrían.
El
hambre, el narcotráfico, el terrorismo dejarían de matar a miles de seres
inocentes. Se necesitan autenticas cruzadas internacionales para lograrlo, el enemigo es muy poderoso.