jueves, 3 de mayo de 2012

DE PROFESION POLITICO

(Este fue mi primer artículo publicado en el Diario de Cádiz el 3 de enero de 2009. Las cosas han cambiado, pero a peor. Hoy lo escribiría quizas mas duro para la clase política, pero dejemoslo como está...de momento)

Comprendo que asomarse por primera vez a esta tribuna con un tema polémico puede ser una mala carta de presentación, pero si lo que se pretende es tratar la actualidad más próxima, es necesario no eludir temas ni opiniones, por duras  y políticamente incorrectas que puedan resultar.
            Me voy a referir a nuestra clase política, no a toda naturalmente, la generalización es mala e injusta siempre, pero, digamos que lo que voy a comentar es más bien consecuencia del sistema y por tanto son prácticamente todos los políticos en activo los que “sufren” sus efectos.
            Dicen que nuestra democracia está consolidada, que treinta años de ejercicio democrático es un periodo suficiente y de hecho, históricamente, nuestra Constitución del 78 es, con mucho, la más longeva de nuestras  Cartas Magnas.
            Ha propiciado un periodo de progreso en todos los órdenes jamás conocido en nuestra historia moderna. El mundo se admiró de nuestra transición  y admiró a sus autores, aquellos políticos de todo signo que, renunciando a legítimas aspiraciones, lo hicieron en beneficio de la causa común, en beneficio de un pueblo esperanzado y expectante.
            Vivía yo en Praga en aquellos convulsos tiempos de su propia transición, cuando, no solo allí, sino  también en Moscú y por otras capitales de la Europa de Este, tras la caída del muro de Berlín, se paseo una exitosa exposición itinerante sobre nuestra transición, a la que ponían voz, en conferencias repletas de políticos locales, algunos de nuestros protagonistas mas destacados, como Alfonso Guerra o el General Gutiérrez Mellado.
            Veían, los europeos del Este, un ejemplo a seguir y se admiraban de que, tras la muerte de Franco, los españoles, con unos antecedentes inmediatos nada tranquilizadores, no nos hubiéramos liado otra vez a mamporros  unos con otros.
            Era de admirar que este “milagro” lo hubieran conseguido unos políticos con poca práctica política, pero sabiendo muy bien cuanto se jugaba el país en este empeño y la trascendencia de los acuerdos que se negociaban. El 25 de octubre de 1977, se firman los “Pactos de la Moncloa”, otro ejemplo de cordura y responsabilidad.
            Si he citado estos importantes hechos, protagonizados por una clase política sin apenas experiencia pero con mucho sentido práctico, que nos gobernó hace treinta años, es solo  para compararlo con  la clase política actual.
            El consensuado sistema electoral, posiblemente el único viable entonces, se ha demostrado imperfecto, además de inadecuado a la España de las autonomías, y necesitado de una urgente modernización. La peor consecuencia es, sin duda, entre otros malos frutos, el acceso a los puestos dirigentes de auténticos “profesionales de la política”, personas con nula o escasa formación académica, con nula o escasa experiencia profesional, es decir personas que sin mas mérito que saber medrar, se dedican a vivir de la política y a vivir muy bien y, no tienen reparo alguno en proclamar que, mientras buena parte del país lo pasa mal o muy mal, sus hijos acuden a centros de enseñanza privados, gastan cantidades escandalosas en redecorar despachos, tunear vehículos oficiales o viajes al extranjero sin sentido práctico, amen de colocar, bien colocados, a parientes muy próximos.
La llamada “sociedad civil” ha comprobado ya en demasiadas ocasiones el escaso valor de sus opiniones, incluso cuando por la defensa de una causa se han llegado a recoger tres millones de firmas. Nada, lo que se dice nada de nada. Bueno, dirán, pero cada cuatro años tenemos la oportunidad de elegir a quienes queremos que nos gobiernen. Otra falacia. Un partido puede resultar el más votado y que gobierne una coalición “postelectoral” de pequeños partidos de la más variada ideología, incluso hasta encarnizados oponentes antes de las elecciones, que se unen como por ensalmo solo “para que no gobierne el otro”.
            Pero es que luego, sus formas de hacer se basan en el “y tú más”. Por muy mal que estén haciendo las cosas, la respuesta a cualquier interpelación es que “los otros lo hicieron peor”. Nada de dar respuesta a las demandas de los ciudadanos, El objetivo es no bajarse del coche oficial.
            En los denostados EEUU, cualquier cargo político de relevancia debe pasar un rigurosísimo control y aprobación parlamentaria. En ese mismo país, los senadores mantienen un contacto frecuente y muy próximo con sus electores a los que reciben y escuchan en sus demandas y pobre del político que no se mantiene fiel a su electorado, ahí termina su carrera política.
            Ahora, como ejercicio y derecho democrático, observemos a los políticos que nos representan. Veamos de cerca y con espíritu crítico si defienden lo que decían defender antes de las elecciones, si hacen lo que prometieron hacer y sobre todo si son para nosotros un ejemplo de honradez, trabajo, dedicación  y solidaridad con las situaciones de los más necesitados. Veremos quien queda en pie para las próximas elecciones.

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