Comprendo que asomarse por
primera vez a esta tribuna con un tema polémico puede ser una mala carta de
presentación, pero si lo que se pretende es tratar la actualidad más próxima,
es necesario no eludir temas ni opiniones, por duras y políticamente incorrectas que puedan
resultar.
Me voy a
referir a nuestra clase política, no a toda naturalmente, la generalización es
mala e injusta siempre, pero, digamos que lo que voy a comentar es más bien
consecuencia del sistema y por tanto son prácticamente todos los políticos en
activo los que “sufren” sus efectos.
Dicen que
nuestra democracia está consolidada, que treinta años de ejercicio democrático
es un periodo suficiente y de hecho, históricamente, nuestra Constitución del
78 es, con mucho, la más longeva de nuestras
Cartas Magnas.
Ha
propiciado un periodo de progreso en todos los órdenes jamás conocido en
nuestra historia moderna. El mundo se admiró de nuestra transición y admiró a sus autores, aquellos políticos de
todo signo que, renunciando a legítimas aspiraciones, lo hicieron en beneficio
de la causa común, en beneficio de un pueblo esperanzado y expectante.
Vivía yo en
Praga en aquellos convulsos tiempos de su propia transición, cuando, no solo
allí, sino también en Moscú y por otras
capitales de la Europa de Este, tras la caída del muro de Berlín, se paseo una
exitosa exposición itinerante sobre nuestra transición, a la que ponían voz, en
conferencias repletas de políticos locales, algunos de nuestros protagonistas
mas destacados, como Alfonso Guerra o el General Gutiérrez Mellado.
Veían, los
europeos del Este, un ejemplo a seguir y se admiraban de que, tras la muerte de
Franco, los españoles, con unos antecedentes inmediatos nada tranquilizadores,
no nos hubiéramos liado otra vez a mamporros
unos con otros.
Era de
admirar que este “milagro” lo hubieran conseguido unos políticos con poca práctica
política, pero sabiendo muy bien cuanto se jugaba el país en este empeño y la
trascendencia de los acuerdos que se negociaban. El 25 de octubre de 1977, se
firman los “Pactos de la Moncloa”, otro ejemplo de cordura y responsabilidad.
Si he
citado estos importantes hechos, protagonizados por una clase política sin
apenas experiencia pero con mucho sentido práctico, que nos gobernó hace
treinta años, es solo para compararlo
con la clase política actual.
El
consensuado sistema electoral, posiblemente el único viable entonces, se ha demostrado
imperfecto, además de inadecuado a la España de las autonomías, y necesitado de
una urgente modernización. La peor consecuencia es, sin duda, entre otros malos
frutos, el acceso a los puestos dirigentes de auténticos “profesionales de la
política”, personas con nula o escasa formación académica, con nula o escasa
experiencia profesional, es decir personas que sin mas mérito que saber medrar,
se dedican a vivir de la política y a vivir muy bien y, no tienen reparo alguno
en proclamar que, mientras buena parte del país lo pasa mal o muy mal, sus
hijos acuden a centros de enseñanza privados, gastan cantidades escandalosas en
redecorar despachos, tunear vehículos oficiales o viajes al extranjero sin
sentido práctico, amen de colocar, bien colocados, a parientes muy próximos.
La llamada “sociedad civil” ha
comprobado ya en demasiadas ocasiones el escaso valor de sus opiniones, incluso
cuando por la defensa de una causa se han llegado a recoger tres millones de
firmas. Nada, lo que se dice nada de nada. Bueno, dirán, pero cada cuatro años
tenemos la oportunidad de elegir a quienes queremos que nos gobiernen. Otra
falacia. Un partido puede resultar el más votado y que gobierne una coalición “postelectoral”
de pequeños partidos de la más variada ideología, incluso hasta encarnizados
oponentes antes de las elecciones, que se unen como por ensalmo solo “para que
no gobierne el otro”.
Pero es que
luego, sus formas de hacer se basan en el “y tú más”. Por muy mal que estén
haciendo las cosas, la respuesta a cualquier interpelación es que “los otros lo
hicieron peor”. Nada de dar respuesta a las demandas de los ciudadanos, El
objetivo es no bajarse del coche oficial.
En los
denostados EEUU, cualquier cargo político de relevancia debe pasar un
rigurosísimo control y aprobación parlamentaria. En ese mismo país, los
senadores mantienen un contacto frecuente y muy próximo con sus electores a los
que reciben y escuchan en sus demandas y pobre del político que no se mantiene
fiel a su electorado, ahí termina su carrera política.
Ahora, como
ejercicio y derecho democrático, observemos a los políticos que nos representan.
Veamos de cerca y con espíritu crítico si defienden lo que decían defender
antes de las elecciones, si hacen lo que prometieron hacer y sobre todo si son
para nosotros un ejemplo de honradez, trabajo, dedicación y solidaridad con las situaciones de los más
necesitados. Veremos quien queda en pie para las próximas elecciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario