Jaime Rocha leyendo
el "Diario de Cádiz" en la Plaza de S. Wenceslao de Praga (Checoslovaquia) en 1989
DE CÁDIZ
A CHECOSLOVAQUIA
Seguramente muchos gaditanos de mi generación podrán contar
historias parecidas a la mía en relación con el Diario de Cádiz, pero hay un
hecho singular que solo yo he vivido. Es una de esas historias que se están
publicando con motivo de la celebración del los 50.000 números.
Que haya sido suscriptor del Diario mientras residía en Madrid,
es solo una seña de identidad de una familia de buenos gaditanos, e incluso que
a nuestro regreso a Cádiz, tras más de 20 años de ausencia, continuemos
recibiéndolo puntualmente todas las mañanas y nos intercambiemos, mi mujer y
yo, las páginas de deportes y el resto del Diario, antes de empezar los
quehaceres diarios, es algo habitual en muchas familias.
Tampoco es nada original, afortunadamente el diario cuenta con
muchos y mejores colaboradores, llevar como colaborador habitual en entrevistas,
artículos, notas de prensa, algunas informaciones exclusivas, y columnas de
opinión, de forma ininterrumpida, desde enero de 2009, es decir, a punto de cumplir
seis años.
Donde radica la originalidad de mi relación con el Diario es en
una circunstancia que paso a describir: Estaba destinado en nuestra Embajada en
Praga, todavía capital de Checoslovaquia, allá por los finales de los ochenta y
primeros noventa, años convulsos en el Este de Europa, con la caída del muro de
Berlín como detonante de los cambios políticos y sociales que se produjeron.
Entre otras funciones en la Embajada tenía la de representante del Instituto
Cervantes en Checoslovaquia y dentro de nuestras actividades estaba la
organización y ejecución de los exámenes de español como lengua extranjera y la
enseñanza de nuestro idioma en colegios e institutos.
La escasez de medios era grande, a pesar del esfuerzo del
Ministerio de Educación español que enviaba textos, profesorado y ayudas a la
enseñanza. Todo era poco porque la demanda en aquellos años era muy grande y los
alumnos me pedían casetes con canciones de Luz Casal, por su excelente
pronunciación, y todo tipo de material que pudiera proporcionarles y entre los
que nunca faltaban los números que periódicamente me llegaban de nuestro DIARIO
DE CÁDIZ. En Praga, Nitra, Olomouk y Bratislava, en aquellos años, los alumnos
aprendían español con el Diario de Cádiz.