Según las encuestas de los últimos años, los políticos son, por orden
de importancia, el tercer motivo de preocupación para los ciudadanos españoles.
Dicho de otra manera: parece que en lugar de trabajar para los electores,
trabajan contra los electores, haciéndoles la vida más difícil y complicada.
sábado, 21 de abril de 2012
POLITICOS, CIUDADANIA Y BICENTENARIO
(Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 18 de febrero de 2012)
Sin embargo, conviene
decir enseguida, que nuestros políticos no solo nos representan en cuanto los
elegimos para ello, sino que nos representan en un sentido mucho más amplio e
importante: son la misma sociedad, son parte de ella, mejores o peores como el
resto de sus conciudadanos.
Se ha dicho hasta la
saciedad, que para tener buenos políticos habría que pagarlos. ¿Cómo vamos a
convencer a un/a excelente y preparado/a profesional para que abandone lo que
puede ser un brillante porvenir y dedique unos años a servir a sus
conciudadanos? Tienen que darse unas cualidades humanas previas, una vocación
manifiesta, y tener una compensación económica que les compense del lucro
cesante. Parece casi un milagro contar con algunos de ellos que son ejemplo de
laboriosidad, honradez y generosidad.
El problema surge por
quienes han hecho de la política su profesión sin tener ninguna de las
cualidades requeridas para serlo. De cualquier forma, no debería extrañarnos,
sabemos como son y así los hemos elegido.
Pero nuestra
responsabilidad como ciudadanos no termina el día de las elecciones. Buena
parte del éxito o fracaso de la gestión política se fundamenta en la
colaboración ciudadana. Sin una actitud responsable y socialmente solidaria, nuestros
políticos están abocados al fracaso, por mucho que valgan personalmente y mucho
empeño que pongan en la causa.
Dejando las
generalidades y bajando al terreno de lo concreto: De que no se vea el final de
la obra del puente, o el “proyecto fantasma del castillo” (Diario de Cádiz
12.02.12), o la eternamente esperada ciudad de la justicia, o tantas otras
importantes obras inconclusas o ni siquiera iniciadas, habrá que culpar a la
crisis económica, la falta de entendimiento entre las administraciones de
distinto signo político, y/o la ineptitud de algunos altos dirigentes.
De que nuestra ciudad no presente, todavía,
un estado de limpieza, comodidad y servicios que se requiere, para una
celebración ya iniciada, no es culpa de quienes, me consta, ponen todo su
esfuerzo en lograrlo desde los puestos de responsabilidad, sino de quienes no
colaboramos en esa tarea e incluso miramos para otro lado ante la actitud
incívica de algunos.
De que muchos de los actos culturales
programados, con altas dosis de dedicación y esfuerzo, para conmemorar el
Bicentenario, se vean huérfanos de la asistencia de los gaditanos, solo
nosotros somos culpables.
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