sábado, 3 de agosto de 2013

BRITTA Y LA REVOLUCION

Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 03 de Agosto de 2013 

Britta, como otros lectores de mi columna, "Urge otra Ley Electoral", muestran su conformidad, pero surge la pregunta: ¿Eso como se hace? Teniendo en cuenta que a los partidos mayoritarios no les interesa y no lo van a hacer. Estamos estancados en una situación de desconfianza en los políticos, generalizando los casos de corrupción y mal gobierno, esto no tiene salida - añade.
A mi compañero de tertulia radiofónica, miembro del 15M, se lo decía, fuera de antena, y ahora se lo digo a Britta: Para mí, la única manera pacífica de lograr esos cambios que la ciudadanía reclama es la "revolución". La reacción inmediata de mis interlocutores es: Yo soy pacifista, no quiero la violencia.
Y la revolución también - les aclaro. El problema es conseguir el número crítico de participantes. No se consigue nada, solo el rechazo de la ciudadanía, con 500 manifestantes quemando contenedores. Ni mil dispersos movimientos ciudadanos con una frenética actividad en las redes sociales.
La revolución que yo viví, en la Checoslovaquia de 1989, comenzó con una muy numerosa concentración pacífica en la plaza de San Wenceslao promovida por estudiantes, gritando slogans por un cambio de sistema, agotado el férreo sistema comunista hacía ya un tiempo, y a la vista de lo que estaba pasando en Alemania del Este, Polonia y la Rumania de Ceauçescu.
La concentración era diaria, a tiempo fijado, y a la semana se unieron los obreros del cinturón industrial de Praga, teniendo que trasladase al parque Letná de mayor capacidad. Un millón de personas en manifestación pacífica diaria, gritando y oyendo a su líder, Václav Havel, a quien tuvieron que empujar a asumir un liderato que no quería, logró el milagro. El número crítico para una población de 15 millones, fue de un millón, pero se empezó con menos.

El número inicial tiene que ser alto, pongamos la mitad del crítico, para que sume adhesiones rápidamente. El líder se fabrica sobre la marcha, de entre personas de prestigio, que siempre las hay, que se sumen a la revolución.

Pero es muy importante que sea pacífica, la violencia solo atrae a los violentos y no son buenos compañeros de viaje. He ahí la receta.

3 comentarios:

  1. Amigo Jaime:
    Es cierto que estamos desencantados con la clase política de este pais. Me niego a creeer que todos sean unos sinvergüenzas. Pienso que hay muchos (y creo conocer a alguno, espero no equivocarme)que viven la política como un servicio a la sociedad dedicando muchas horas de su tiempo. Hay muchos casos de corrupción, demasiados, en todas partes, todos los partidos tienen algo. La corrupción es directamente proporcional al número de cargos electos con poder.
    ¿La revolución es cuestión de encontrar un líder y un número crítico de participantes? Esto es algo importante, es cierto. Pero no es menos cierto que la verdadera revolución (creo que esto lo señaló el Papa Francisco)nace en el corazón de las personas. Mientras no cambiemos de actitudes como adorar al dios dinero por otras de tener como preferencia al ser humano no habrá revolución que pueda lograr cambios radicales. El hombre seguirá siendo lobo para el hombre.
    Ferran.

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    1. Amigo Ferran,
      La "revolución" de la que habla el Papa Francisco es la que necesita esta generación corrupta y sin valores. Esa empieza por cada uno de nosotros y en el corazón del hombre. Para esa ya tenemos un lider único e indiscutible. Jesucristo.
      La revolución politica que España necesita, tambien es de valores, pero con unos componentes practicos que hagan factible la convivencia. Y esa revolución, si los que tienen el poder para hacerla no la hacen (no parece que esten por la labor), tiene que ser la ciudadania, pacifica pero contundentemente.
      Lo que pasa es que tampoco lo haremos y solo unos cuantos extremistas haran lo de siempre y eso no sirve para nada.

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  2. Totalmente de acuerdo.
    Los políticos que tenemos son un problema y no ayudan a facilitar la vida ni a solucionar los problemas de los ciudadanos; se limitan a resolver rencillas entre los partidos.
    Hay que aunar fuerzas (siempre pacíficas) y voces, y no dispersarnos en las quejas.
    La clase política tiene que oírnos, aunque no quiera.
    Suelen infiltrarse elementos violentos en las concentraciones; saber esto de antemano hace que se puedan neutralizar sus actos incivicos.
    Ojalá se expanda esta idea de unión pacífica, haciéndose oir, y puedan marchar las cosas mejor en este país de estupendas personas y mediocres políticos.

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