Que lejos quedan aquellas palabras del que entonces, junio de 1977, era candidato a Presidente de Gobierno de España. Aquel discurso, de Adolfo Suarez, lleno de contenido y sinceridad me recuerda el “I have a dream” de Martin Luther King en agosto de 1963, o el “Programa, programa y programa” del líder comunista Julio Anguita en 1997.
Son
tres muestras de políticos de talla. Cada uno en defensa de sus ideas, de sus
proyectos, tan distintos y distantes entre sí, pero tan sinceros que las mantuvieron
firmemente, pudieran o no realizarlas.
Hoy, en España, en plena campaña
electoral, oyes a los políticos y da la sensación que están en una subasta de
votos, ofrecen lo que haga falta, aunque no crean en lo que dicen y sepan que
su realización es imposible.
Algunos prometen, por ejemplo, cambiar
la Ley Electoral cuando han tenido mayorías parlamentarias suficientes para
hacerlo y no han tocado ni una coma. O no hacer recortes en pensiones o subir
impuestos, cuando lo han hecho en el pasado y, como Bruselas exige cumplir los
objetivos de déficit, no dudarán en volver a hacerlo, por mucho que prometan lo
contrario.
Prometen suprimir el Senado, las
Diputaciones, fomentar las uniones entre municipios para adelgazar las
administraciones y el consiguiente ahorro presupuestario, pero no han sido
capaces ni siquiera de plantearlo en 40 años de democracia.
Prometen reformas constitucionales,
obviando que cualquier reforma exige el acuerdo de una amplísima mayoría,
precisamente para evitar que un solo partido pueda hacer “su Constitución” como
ha ocurrido demasiadas veces en nuestra Historia.
Nadie promete un Pacto por la
Educación, o por la Justicia, absolutamente imprescindibles para salir de este
interminable día de la marmota que empieza cada nueva legislatura.
Ya deberíamos estar de vuelta de tanta
promesa incumplida. Las campañas ya no
son solo esas propuestas programáticas en busca del voto, ahora se centran también
en atacar al contrario, no su programa, no sus ideas, sino a las personas. Esos
son nuestros políticos de hoy. Más que nunca hay que pensarse mucho a quien
damos el voto. Nos jugamos demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario