Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 25 de Abril de 2015
Que los seres humanos de este Siglo XXI nos estamos volviendo insensibles ante tanta violencia, ante tanta muerte como cada día vemos a nuestro alrededor, ya lo he escrito varias veces, pero lo que viene sucediendo en el Mediterráneo con los inmigrantes, o los diarios atentados del terrorismo en cualquier lugar del mundo, o el asesinato de un profesor a manos de su alumno, necesita que la humanidad entera, cada uno de nosotros, reflexione y adopte las medidas necesarias, distintas sin duda para cada caso.
Que los seres humanos de este Siglo XXI nos estamos volviendo insensibles ante tanta violencia, ante tanta muerte como cada día vemos a nuestro alrededor, ya lo he escrito varias veces, pero lo que viene sucediendo en el Mediterráneo con los inmigrantes, o los diarios atentados del terrorismo en cualquier lugar del mundo, o el asesinato de un profesor a manos de su alumno, necesita que la humanidad entera, cada uno de nosotros, reflexione y adopte las medidas necesarias, distintas sin duda para cada caso.
En una tertulia radiofónica, un periodista
muy conocido en España, comentaba que el progreso de la humanidad ha hecho
descender considerablemente la violencia. Seguramente este afamado comentarista
no se ha molestado en contar las guerras abiertas que en este momento se
producen en el mundo, ni los miles de muertos por el terrorismo casi a diario,
ni las que se producen por la emigración o los millones de refugiados, que
también es una forma de violencia.
Decía nuestro comentarista que el suceso del
estudiante del instituto catalán era debido a un brote psicótico, un hecho
aislado. Luego se ha sabido que el chico estaba siendo tratado por un
psicólogo, que es aficionado a videojuegos violentos, que estaba en posesión de
un auténtico arsenal de armas y proclamaba que había que matarlos a todos. Un
hecho aislado, de acuerdo, y Dios quiera que así continúe siendo, pero rodeado
de un ambiente de violencia verbal, física y virtual, y de una dejación por
parte de sus educadores, principalmente de sus padres, que para nada constituye
un hecho aislado, sino excesivamente frecuente.
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