La pasada
semana, durante la celebración en Cádiz de las V Jornadas de Católicos y Vida
Pública, que organiza la Asociación Católica de Propagandistas, intervino el
periodista y Director del Observatorio de la Libertad de Expresión, Justino
Sinova, con una conferencia titulada: “Defensa de la libertad de expresión de
todos”
Muy interesantes jornadas dedicadas a los
medios de comunicación y su compromiso con la dignidad de la persona, donde
Rafael Navas, director de este Diario, nos habló de los valores sociales del
periodismo.
Los intervinientes defendieron que los
ciudadanos de un país democrático tenemos la facultad de ejercer y el deber de
respetar la libertad de expresión. Se habló de las nuevas formas de periodismo,
algunas tan sobreabundantes como las tertulias, y naturalmente, el periodismo
por medios digitales e incluso a través de las redes sociales.
Aunque parezcan nuevas plataformas para
ejercer la libertad de expresión, paradójicamente, y en muchísimos casos,
resultan todo lo contrario. No se contra argumenta, no se razona la réplica a
quien piensa y se pronuncia de forma distinta, sencillamente se le descalifica,
se le niega el derecho a decir lo que piensa o se le insulta directamente.
No hay debate, hay imposición mediante el
grito y el insulto al oponente. Lo vemos y oímos todos los días en tertulias
políticas, deportivas o sociales. La argumentación ha desaparecido, quizás
porque a falta de razones y argumentos solo queda la descalificación, el “y tu
más”, el escrache o la negación del derecho a la libertad de expresión.
Temas importantes que son objeto de
controversia en nuestra sociedad, como el aborto, no son debatidos con
argumentos científicos o morales, simplemente, si alguien se pronuncia,
razonadamente y en el ejercicio de su libertad de expresión, contrario a las prácticas
abortivas, recibe de inmediato descalificaciones, cuando no insultos, nunca
argumentos.
La libertad de expresión es un derecho y
debe ser igual para todos, pero nuestra sociedad está demasiado crispada y
falta de la serenidad, y yo diría que de educación, para llevar por cauces
civilizados cualquier controversia.
En cualquier discusión enseguida aparecen
las dos Españas de Machado, ¿tenemos remedio?
Tenmos remedio si no nos fiamos de gentes hipócritas como Machado (Antonio) cuya resunta España, la protgida por su admirada URSS no era España, la nustra, guste o no, sí es España. No hay dos, sólo una.
ResponderEliminar"von Thies"
Querido amigo, España es solo una, efectivamente, pero hay que admitir que los españoles somos muy distintos en cuanto a ideales, pensamiento y forma de actuar. Simplificando mucho, solo considerando los dos bandos contendientes en la Guerra Civil, tenemos una clara división.
EliminarDebemos aspirar (si tuviéramos algunos políticos inteligentes y decididos) a la convivencia y el respeto mutuo. Difícil, pero posible.
Posible sí que es, bastaría con un pacto de honestidad electoral (¡casi nada!) entre los dos partidos mayoritarios. Pero difícil lo veo, porque algunos partidos políticos de hoy consideran mucho más rentable lo de las dos Españas.
ResponderEliminarEspaña era una democracia joven y fácilmente manipulable queriendo alejarse de los resentimientos de una guerra civil. Pero a algunos les interesaba más buscar sus votos en el recalentamiento de aquellos odios del pasado y decidieron cargar a los hijos y a los nietos de los que se mataron entre ellos, con la herencia de los odios de sus padres y sus abuelos. Y en eso han convertido a España las campañas electorales de algunos partidos: en un país en el que la gente desconfía y se odia por los errores de sus antepasados. ¡Es demencial!
Se echan de menos los tiempos iniciales de la transición, cuando los políticos de entonces, quizá por honestos, pero quizá también porque aún no se tenía experiencia de lo que les podía costar ser pillados en un renuncio, todavía sentían vergüenza –o puede que hasta miedo- de hacer según qué cosas y quedar en evidencia ante todo el país; además de a ser llevados ante un juez. Pero esa vergüenza y ese temor hoy han desaparecido, pues los partidos controlan de tal modo el Poder Judicial como para saber que siempre van a salir absueltos por los jueces “de su cuerda”, o como para poder “dormir” los procesos hasta que lleguen a prescribir.
Con ese panorama de impunidad no es de extrañar que los partidos dediquen el máximo esfuerzo a disponer de más medios para campañas de idiotización e intoxicación de sus propios votantes, para que, por resentimiento, o directamente: ¡por odio hacia sus oponentes!, les sigan votando pese a que no gobiernan para resolver los problemas del país, sino para robar a espuertas para las arcas del propio partido y los bolsillos particulares de algunos de sus miembros.
Desde esa negra perspectiva no es de extrañar que sigan considerando más rentable ¡para ellos! mantener el odio entre las dos Españas, que resolver los problemas del país. Todo un “Programa Electoral” para un electorado convenientemente intoxicado.
Fico.
Muchas gracias Fico por tu acertado comentario. Me gustaría, si tienes un momento, leer tu opinión sobre "la libertad de expresión" hoy en España.
EliminarNo he querido poner en la columna del periódico casos concretos con nombres y apellidos de personas que, simplemente por manifestar públicamente su opinión, les han montado campañas de prensa descalificándolos o negándoles su libertad para decir lo que piensan.
Otras veces van más allá y le montan un escrache delante de su familia.
En las jornadas a las que me refiero en la columna, con participaciones muy interesantes, todos han coincidido en que, según que cosas y según que personas, no tienen libertad para expresarse.
Perdida la elemental "libertad de expresión" la democracia queda mortalmente tocada. (También por otras cosas claro)