Una reflexión personal me lleva a escribir esta columna. Repasando algunos de mis últimos títulos encuentro: “La mala educación”, “Mala Gente”, “Malos Padres”, y todos casi seguidos en los últimos meses. Puede dar la impresión de una visión personal del mundo y de la humanidad absolutamente negativa y no es así. Quien me conoce sabe que no es mi forma de ver la vida y que soy de los que “a mal tiempo buena cara” y me refiero a toda clase de “malos tiempos” a nubarrones muy oscuros que a veces te tocan vivir personalmente o a familiares y amigos muy cercanos. No por un optimismo enfermizo sino porque soy de los que piensan que a los problemas, por graves que sean, hay que afrontarlos y vencerlos convencido de que se puede hacer, no desde el pesimismo inoperante.
Para compensar hoy hablaré de la “buena
gente”, de los muchos que conozco y tengo cercanos, llenos de comprensión y de
cariño hacia los demás, como los voluntarios de Madre Coraje y otras muchas
ONG`s, Instituciones de la Iglesia Católica como Caritas y Manos Unidas o
movimientos civiles que atienden desinteresadamente a quienes los necesitan, personas
enfermas, sin recursos económicos, sin techo...
En un programa de radio oía esta mañana
a unos jóvenes universitarios españoles que a bordo de los viejos Seat Panda
iniciaban un recorrido por algunos poblados en África, en pleno desierto, para
llevarles lo más imprescindible. Y así muchos más que en vacaciones se
desplazan a lugares inhóspitos para ayudar a quienes no tienen nada.
He conocido el trabajo de la Cofradía
de la Piedad de Cádiz con la que Madre Coraje colabora y la ONG Estrella de
Belén que llevan dos veces al año todo lo que pueden a niños palestinos
carentes absolutamente de todo.
La buena gente está en todas partes y pueden
tener las creencias religiosas o ideales políticos más diversos, o incluso no
tenerlos, pero quienes nos confesamos cristianos no podemos mantener una
actitud pasiva y contemplativa del mal ajeno, de las desgracias que nos
tropezamos cada día.
La religión católica es la religión del
amor, que conlleva inseparablemente el perdón, la caridad, y la alegría. Quien
no lo viva así, flaco servicio hace al Dios en el que dice creer.
Muy bueno el artículo.Sifuéramos capaces de ver la gran cantidad de buena gente que nos rodea viviríamos mejor e imitándoles haríamos un poco mejor el mundo
ResponderEliminarEl problema es que la buena gente además es discreta y hace las cosas muchísimas veces desde el anonimato, porque no busca el aplauso sino la eficacia de su ayuda. Se les ve menos pero son muchos.
EliminarQuerido amigo:me gusta tu artículo porque efectivamente la buena gente existe; lo malo es que hay mucha mala gente que crece en la medida que los buenos les dejan actuar. Un fuerte abrazo Fede
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