No paran los comentaristas políticos, los
editorialistas y hasta las cartas al director, en estos días, ya casi metidos
en la precampaña electoral de las autonómicas (País Vasco y Galicia el domingo
21 de Octubre), de incidir sobre la necesidad de una reforma de la Ley
Electoral.
Lo que en general se achaca a la vigente, es que de
nada sirve la voluntad popular expresada en las urnas, cuando esta se desvirtúa
con pactos postelectorales, a veces auténticamente contra natura.
Los partidos políticos mayoritarios, es decir,
aquellos de quienes depende cualquier modificación de la Ley, los que deberían
modificarla, no lo hacen porque les asegura la alternancia o mejor aun, la
permanencia en el poder en la Administración del Estado y en gran número de
Autonomías y Ayuntamientos.
Efectivamente, a ningún partido le interesa la
modificación, los grandes porque se aseguran unas cotas de poder considerables,
y los nacionalistas porque es a ellos a quienes han de recurrir tanto PSOE como
PP, cuando no obtienen mayorías suficientes, lo que convierte a estos partidos
regionales en poderosos árbitros de la política nacional.
Como ya esta todo inventado, tenemos ejemplos de
leyes electorales muy próximas que pueden servirnos de ejemplo, e incluso
podríamos perfeccionar lo que la práctica de años en países de nuestro entorno
no ha funcionado suficientemente bien. Sin ir más lejos, en Francia, todas las
elecciones se deciden, en caso necesario, en una segunda vuelta, que evitan
esos pactos postelectorales contra natura a los que me refería.
No parece que en esos países, donde se celebran
dobles vueltas separadas por un corto espacio de tiempo, la abstención sea más
significativa que entre nosotros y, sin necesidad de la obligatoriedad del voto
(vigente en algunas democracias), la participación es considerablemente
superior. Los ciudadanos no se cansan de ir a votar, se cansan de que su voto
no sirva para nada y a base de pactos entre partidos se desvirtúen los
resultados.
Las limitaciones del número de veces que se puede
ser candidato, el número máximo de años en que se puede permanecer en un cargo
electo, las listas abiertas y la representación por circunscripciones, incluso
las denostadas primarias, son sanísimas prácticas democráticas.
La sociedad civil se rebela contra este afán de
perpetuarse en el cargo de nuestros políticos, nace y se desarrolla una
desconfianza hacia ellos y, lo que es peor, hacia el sistema. Crece
exponencialmente la abstención, la ciudadanía “pasa” de la política sin ser del
todo consciente de lo suicida que resulta esta postura, de lo peligroso que es
dejar en esas manos, que no nos inspiran confianza, nuestro futuro.
Ante la impotencia y la desconfianza, algunos grupos
significativos de ciudadanos deciden agruparse, formar colectivos, pequeños
partidos. Es la aparición en la política española de los “Tea Party Movement”, surgidos en Estados
Unidos en 2009, y de muy incierta implantación en todo el país, y cuyo éxito
vendrá marcado por el grado de rechazo de la sociedad española hacia los dos
paridos mayoritarios, hasta ahora, PSOE y PP.
Hay ciudadanos que no se resignan, que no están
dispuestos a dar su voto a personas que no logran ganarse su respeto y
confianza. Tendría que producirse una reacción de los partidos mayoritarios en
el sentido apuntado en este artículo o surgirán como hongos esos “Tea Parties”
de “autodefensa ciudadana”. Las nuevas tecnologías de comunicación son
herramientas muy apreciables y al alcance de una mayoría. Todo es empezar.
No solamente la socialista Unión Progreso y
Democracia (UPyD) de Rosa Diez, o los comunistas de Izquierda Unida (IU),
saldrán muy beneficiados del descontento generado y el inmovilismo (respecto a
la Ley Electoral) de los partidos mayoritarios, sino la incipiente Sociedad
Civil y Democracia, de Mario Conde, o cualquier otro que aparezca, van a tener
opciones que hace unos meses parecían imposibles. Todo gracias al hartazgo de los ciudadanos de
los políticos que nos gobiernan o nos han gobernado más recientemente. Algo
parecido a lo sucedido en Grecia.
Estoy convencido de que la clave para comenzar a solucionar tanto problema es lograr una Ley Electoral como Dios manda. Pero eso será dentro de un milenio, porque con los políticos de hoy ni en sueños.
ResponderEliminar¿DONDE HAY QUE VOTAR PARA LA REFORMA QUE VOY ZUMBANDO...?
ResponderEliminarJaime; ahora si que has dado con la tecla !!! La ley electoral actual es una autentica parida. que está provocando cada dia un rechazo mayor de la ciudadanía.
ResponderEliminar-Las listas cerradas.
-La disciplina de voto.
-Las alianzas contra natura.
-Los pequeños partidos vendiendo sus votos a precios abusivos que luego pagamos entre todos los españoles, y eso para mantener al gobierno en el poder!
-El desconocimiento y desprecio de los elegidos hacia sus votantes.
Tal como funciona el parlamento ahora,el hemiciclo se podría reducir a una mesa-camilla en la que se sentaran seis u ocho personas (incluido el taquígrafo)y cada una tuviera el nº de votos que les hayan correspondido. Las sesiones sería mucho mas cortas y operativas y nos ahorrariamos una buena pasta. La disciplina del voto es una verguenza nacional!!!
Animo, a ver si alguien dá con la formula para propiciar el cambio !!
Quizas una abstención total bien organizada (Podría ser el voto en blanco, para demostrar que no pasas del tema, sino de los político? La abstención es peligrosa pues denota indiferencia.
Pepe Bravo