Al margen de que cada debate sea considerado por sus organizadores como “decisivo”, sea a cuatro, tres o dos, el último de la serie, celebrado el pasado lunes 14, ha añadido un nuevo y triste elemento a estos programas televisivos: el insulto.
¿Que hacer ante un insulto directo y
personal de uno de los candidatos a otro? ¿Levantarse de la mesa tras el “hasta aquí hemos llegado”? ¿Responder
con otro insulto, si es posible de más calibre? ¿Hacer como que no se ha oído?
Cualquier respuesta será interpretada
por los adversarios políticos como un desplante, una falta de recursos, una
cobardía…Difícil adoptar la respuesta adecuada, pero en cualquier caso queda la
evidencia de una degradación del nivel de educación, del detestable nivel
político de quien se postula para Presidente del Gobierno de la Nación y
utiliza el insulto personal como arma de debate.
Para mí, en el momento en que se inicia
el intercambio de insultos, el debate se ha terminado, si es que en algún
momento se había iniciado, porque no recuerdo propuestas positivas, exposición
de programa, soluciones a los problemas de los ciudadanos.
Realmente, siento decirlo, ninguno de
los dos máximos aspirantes a gobernarnos los próximos cuatro años estuvo a la
altura que cabría esperar de ellos. El insulto es el último recurso de quien no
tiene argumentos para debatir, me da igual sea aspirante o defensor del título,
no se justifica ni como ataque ni como defensa. Hemos perdido los papeles y
apañados vamos si esto es lo mejor que puede ofrecer la sociedad española para
gobernarse.
No he oído a posteriori las disculpas
al adversario y a los ciudadanos por la pérdida de la compostura exigible. No
creo que lo haga ninguno de los dos.
El debate, o el simulacro de debate, no
sirvió para aclararnos las propuestas de estos candidatos, ni creo que hayan
supuesto para ellos una mejora en las perspectivas electorales, si acaso todo
lo contrario. Se dice que el vencedor del debate a cuatro fue el ausente,
porque los cuatro debatientes estuvieron por debajo de sus posibilidades. En el
cara a cara no hubo vencedores, pero si vencidos: los dos representantes
políticos presentes y la calidad de la democracia española.
Muy buen artículo Jaime. Lo leí y expresa desgraciadamente la política de nuestros días. Un abrazo fuerte. Paco
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa equidistancia en este caso, es absolutamente injusta. Por dos veces insultó D. Pedro Sánchez a un hombre honrado que nos representa a todos. Ha podido hacerle una moción de censura durante cuatro años. Ha podido denunciarlo en el juzgado si lo creía culpable. Pero su actitud fue la de "un macarra político" como bien dijo la vicepresidenta. D. Pedro Sánchez optó por la agresividad y la violencia oral y por llamarle “mentiroso” e “inmoral” durante un debate. El presidente no le insultó, le dijo que "su actitud" era “miserable”. No vale pues la equidistancia. No son los dos iguales. Los dos se comportaron como lo que son, un señor y un niñato maleducado, que cree que todo se arregla con su “bonita” cara. Guillermo Boto.
EliminarLe dices al oponente y al moderador que retira el insulto o no sigues debatiendo con una persona que te insulta, lo retira sigues, no lo retira te levantas, das las buenas noches y te vas.
EliminarUn fuerte abrazo.
Rafael
Estoy totalmente de acuerdo Jaime. Nuestros políticos se han degradado hasta límites inconcebibles en una Nación ¿Civilizada?. Me recordaron al célebre cartón de Goya, con los dos contrincantes dirimiendo a garrotazos sus diferencias
ResponderEliminar¡Cara a cara! Sánchez el macarra vs. Rajoy
ResponderEliminarEn mi opinión,…..
Ante un insulto en público el ofendido ha de responder. No puede ignorar la ofensa puesto que el que calla otorga. La respuesta ha de ser rotunda y proporcional a la ofensa. Se debe exigir la reparación pública de la misma. No es de recibo continuar un debate público con alguien que se ha descalificado por su ignorancia de las reglas elementales de la educación social. El ofendido debería, además, denunciar al agresor por ofensas en público.