Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 29 de Agosto de 2015
Aunque sea verano, este año electoral por
excelencia no nos ha dejado sin noticias importantes que abordar, más bien al
contrario, la sobreabundancia de ellas nos pone a menudo en el dilema de
escoger el tema más adecuado al momento, de mayor interés general…
Así que no es un “salir del paso”, es
una necesidad personal que quiero dejar satisfecha.
Varios años escribiendo columnas en este
Diario nuestro de cada día, me ha granjeado no pocas amistades y, por qué no decirlo,
muchos seguidores fieles a los que les
gusta lo que escribo, y que me lo comentan con frecuencia. Les gusta, según
ellos: la claridad de la exposición, la concreción de los temas y el corolario
final.
Una columna no es un estilo literario, es un estilo
periodístico cuya característica más acusada es la escasez de espacio, apenas
poco más de 300 palabras, en las que hay que expresarse, efectivamente con
sencillez y claridad si se quiere ser entendido, y además dar una opinión que
resulte comprensible.
Me ocurre siempre que me paso de frenada,
escribo de corrido y me voy a las 400 sin darme cuenta. Entonces viene lo peor:
mutilar la columna para ajustarla al formato y que siga siendo entendible y
exprese de verdad lo que quiero expresar.
Empecé en el Diario en enero de 2008, como
“Firma Invitada”, con más espacio, ilustraciones maravillosas de Guillén, planteamiento, nudo y desenlace, casi como
una obra de teatro o una novela. Los buenos escritores se lucen ahí y les salen
artículos como los de mi buen amigo Manolo Bustos, siempre brillantes, claros,
interesantes…una gozada.
Esto de la columna es otra cosa, hay poco
margen para el lucimiento, apenas permite una frase explicativa. Todo directo
al grano, sin pasar por “manos a los hombros”, como decíamos hace ya cincuenta
años en la Escuela Naval de Marín.
Un periodista amigo, magnífico periodista y
mejor amigo, Manuel Molares el de “Crónicas Bárbaras” (no se lo pierdan), me
dijo un día, hace ya casi cuatro años, que hiciera un blog y que ahí colgara mis
columnas y que escribiera artículos largos, todo lo largos, sin cansar, de que
fuera capaz. Y lo hice y se llama igual
“La Quinta Columna”.
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