Obama, Premio Nobel de la
Paz, ha oído el clamor del mundo entero,
incluidos sus compatriotas, y ha pedido al Senado norteamericano que retrase la
votación de apoyo al bombardeo sobre Siria, lo que viene a poner un gramo de
cordura ante tanto despropósito.
Obama
se ha arrogado personalmente el papel de juez del universo, tomando para sí una
responsabilidad que corresponde a la ONU, es decir al conjunto de naciones soberanas
nacida tras la desgraciada experiencia de la II Guerra Mundial con el
prioritario objetivo de evitar nuevos enfrentamientos armados.
A
la vista de las 32 guerras que asolan a tantos países hoy en día y que han
causado millones de muertos y refugiados, no podemos estar satisfechos de la
eficacia de los mecanismos de la ONU, sin embargo, si hay situaciones en las
que las llamadas fuerzas de interposición, los Cascos Azules, han conseguido
detener la masacre.
Siria
sufre una cruel guerra civil desde marzo de 2011, con más de 100.000 muertos y
cuatro millones de refugiados, de los cuales un millón son niños. Parece que
esa situación tan cruel no movía las conciencias de la comunidad internacional,
hasta que hace su aparición el gas sarín en Damasco.
Apenas
tienen eco noticias sobre el uso del gas
por los rebeldes, (el Príncipe Bandar, Jefe de la Inteligencia Saudí, ha
declarado haberles entregado armas químicas), liberación de presidiarios de
algunos países árabes para que luchen contra Al Assad, la venta por el Reino
Unido de componentes químicos para la fabricación de gases tóxicos, y tantas
informaciones periodísticas de tan dudosa credibilidad como las que acusan al
régimen sirio.
Al
Presidente norteamericano, no parecía quitarle el sueño el terrible drama que
vive Siria desde hace más de dos años, lo
que contrasta con su empeño actual en llevar a cabo un “ataque limitado” a la
capacidad militar del dictador sirio.
El
Consejo de Seguridad de la ONU, tan diligente en otras ocasiones, mira para
otro lado, cuando hace muchos meses que debía haber intervenido con fuerzas de
interposición, y si esto no era posible porque se necesita el consentimiento de
los dos bandos contendientes y son los rebeldes los que descartan este “alto el
fuego”, al menos si debía atender a los millones de seres inocentes que huyen
de la matanza.
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