Publicado en La Razón el sábado 18 de julio de 2020
Todo lo que está sucediendo es de manual, todo responde a un
orquestado plan ya puesto en práctica con éxito en otros países como Venezuela,
Cuba y las experiencias de los países de la Europa Central y del Este del pasado
siglo.
Divide
y vencerás, parece ser la consigna, nada difícil en un país como el
nuestro, retratado con acierto en “Las dos Españas” de Antonio Machado, que
la izquierda gobernante está logrando revivir a base de unas Leyes de
Memoria Histórica absolutamente sectarias, el desentierro y posterior
entierro televisado hasta el último detalle de Franco al que los jóvenes
españoles ni conocían, y ya en la fase actual, el ataque sistemático y mordaz a
las instituciones del Estado.
La Monarquía está siendo el
objetivo actual. Las investigaciones de un juez suizo sobre Corina y unas
donaciones del Rey Emérito Juan Carlos están siendo la puerta de entrada que la
extrema izquierda y el independentismo regionalista están aprovechando para
cuestionar una monarquía parlamentaria que dicen impuesta ilegítimamente
por Franco e ignorando el referéndum constitucional en el que una inmensa
mayoría, el 91,81 por ciento, de los casi dieciocho millones de votantes aprobó.
Si tan demócratas se dicen empleen los
medios que la democracia establece para cambiar la Constitución. Una Constitución
que tiene la inmensa virtud de no gustar del todo a nadie y que fue el fruto de
renuncias de unos y otros de los distintos partidos políticos desde la
izquierda comunista de Carrillo a la derecha más conservadora de Fraga
pasando por los nacionalistas catalanes y vascos. Pero eso sería pedirles
demasiado, ellos son demócratas de boquilla.
Más a mano tienen a la Guardia Civil
a la que tacha de “policía patriótica” con lo que pretende ser una
descalificación absoluta, al tiempo que quita de en medio a los mandos más
molestos para sus fines que no son otros que el control total del instituto
armado de naturaleza militar. Ese concepto de policía patriótica en boca de esta
izquierda rancia (por muy modernos que se crean) viene asociado a la
policía represiva del pueblo soberano. Lo vemos en sus políticas municipales,
autonómicas y nacionales. Disminución drástica de medios humanos y
materiales, desprestigio y eliminación de elementos perturbadores de sus fines.
A la par que se proyecta su salida de determinadas comunidades autónomas.
Otro objetivo a batir es la Iglesia
Católica. No importa el inmenso ahorro a las arcas estatales de la
enseñanza concertada, no importa la libertad de elección de enseñanza amparada
por la Constitución, no importa la inmensa obra social d la Iglesia en Cáritas,
hospitales, asilos y centros de acogida. Se le niega el pan y la sal, no se
le reconoce nada de todo eso y se le eliminan las subvenciones a las que
legítimamente tiene derecho. En Venezuela, todavía, en muchas parroquias se
siguen repartiendo alimentos, gracias a la solidaridad de la Iglesia universal.
Nos quedan las Fuerzas Armadas.
No lo van a tener fácil, pero lo intentarán. En realidad, fácil no va a ser
con ninguno de los organismos e instituciones citadas, pero el método es el
mismo, desprestigio que cree un ambiente desfavorable en la ciudadanía y ahogo
económico.
Algunos pensamientos acertados que
circulan por las redes dicen algo así como: “Si a la izquierda radical la
votan lo pobres, a estos políticos les interesa que haya muchos pobres” y
muchos ignorantes, añado. La ignorancia es el caldo de cultivo donde se nutre
ese voto, de ahí la importancia de dominar la enseñanza. “Es la educación,
imbécil” hemos escrito varias veces en estas páginas, parafraseando al
presidente americano Bill Clinton en su campaña electoral de 1992, aunque él se
refería a la economía.
Así que, ya dominado el ejecutivo,
el legislativo, la fiscalía general, la justicia, la abogacía del estado, la
televisión y la radio pública y algunos medios de comunicación bien subvencionados,
ahora le toca el turno, y por su orden, a todos los mencionados, y por si
faltaba poco Tezanos y su CIS les garantizan la reelección. Dios nos coja
confesados.